BRASIL
La ciudad de Salvador, en estado brasileño de Bahía, capital y sede de la administración colonial de Brasil hasta 1763, y la más poblada del noreste del país, es reconocida en el mundo por sus más de 360 iglesias, sus artistas, el particular carnaval, el barrio del Pelourinho, sus típicas bahianas de ropas blancas, el legado africano y la negritud impregnada en su cultura y población y, por supuesto, sus playas.
Pensar en Bahía trae a la memoria los libros de Jorge Amado -cuya casa es hoy un museo en el barrio del Pelourinho-, la música de Os Novos Bahianos y Gal Costa, entre muchos otros, la capoeira, las extensas playas de aguas cálidas, y el inmenso patrimonio cultural y arquitectónico.
Para todo ello resulta imprescindible una visita al barrio histórico de la ciudad declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco, y que según las guías turísticas que abundan, tiene una iglesia por cada día del año.
Al Pelourinho, o Peló como se lo llama popularmente, hay que ir tanto de día como de noche para poder disfrutarlo de diferentes maneras, porque la magia no se termina cuando el sol cae.
Sin dudas debe ser el lugar con mayor cantidad de población negra que en cualquier otro del mundo fuera de África, cuyos hombres se destacan por sus coloridas ropas y las mujeres con las características prendas blancas.
Los edificios no van en saga en relación a los colores, con predominio de los tonos pastel que contrastan con el adoquinado de sus irregulares calles.
Dividido en una zona baja y otra alta, al igual que la ciudad de Salvador, es en la primera donde se concentran las edificaciones más antiguas.
Allí muchas viviendas fueron transformadas en comercios destinados al turismo, ya que es la zona más concurrida por los visitantes, aunque sin alterar el estilo original, y en cualquier momento el turista puede ser sorprendido por el ritmo contagioso de los tambores bahianos, como el del famoso grupo Olodum.
En la ciudad alta también están las sedes administrativas del gobierno local, la catedral basílica y la primera Facultad de Medicina del país, transformada en museo.
Por sus pasajes y estrechas calles empedradas, sinuosas y con declives, se aprecia esa prevalencia africana en su máxima expresión, desde lo netamente comercial armado para el turista, hasta pequeños detalles de la auténtica vida cotidiana de sus habitantes.Uno de los puntos más concurridos por locales y turistas está frente a la iglesia de San Francisco, donde desemboca el Largo del Cruzeiro de San Francisco, con una alta cruz de cemento.
El lugar más recorrido es el "Largo del Pelourinho" -columna vertebral del barrio- donde se encuentran los edificios más emblemáticos como la colorida Iglesia Nossa Senhora do Rosário dos Pretos construida por negros y a la única que se les permitía el ingreso, y el Museu da Cidade.
Este último guarda obras de artistas locales y su fachada amarillo intenso contrasta con el celeste pálido que cubre a otra de las construcciones más integradas a las postales del lugar: la Fundación Casa de Jorge Amado.
Algunas mujeres, de piel tan negra y brillante que encandila bajo el sol, visten ropas tradicionales africanas sobre un miriñaque, y exhiben sus perfectas sonrisas para una foto junto a los turistas, pero sin pedir dinero a cambio.
También las hay vestidas de forma similar pero totalmente de blanco, con varias capas de fino y liviano algodón, sobre las cuales se destacan los típicos collares de cuentas de semillas o conchas marinas con el color del orixá que rige su destino según los astros.
La música es otro condimento infaltable en el Pelourinho y en casi todo Salvador, tanto como lo es en el espíritu de la raza negra.
La zona alta de Bahía, donde se ubica el Pelourinho culmina en una profunda barranca cuyo borde es un perfecto balcón para observar en panorámica la bahía, el puerto, la antigua prisión en una isla cercana y el Mercado Modelo, que fuera edificio de aduanas y actualmente es la feria artesanal oficial de Salvador.
El ascensor Lacerda une desde 1873 los 72 metros que separan la Plaza Thomé de Souza, en la ciudad alta, y la Plaza Cayrú, en la baja, y el sólo ascenso o descenso constituye un interesante recorrido para el turista.
En la zona baja, el paseo obligado es precisamente ese mercado artesanal, donde se puede encontrar todo lo que el bahiano sabe hacer con sus manos y herramientas o rudimentarios equipos caseros.
Tallados en madera de palmera, berimbaus y otros instrumentos musicales típicos, ropa y manteles tejidos en hilo de coco, especias, comidas elaboradas y bebidas en base a cachaza, son algunos de los recuerdos que se pueden llevar los turistas de Bahía.
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