Se estima que más de 80 millones de personas a nivel mundial viven después de un accidente cerebrovascular (ACV)
Se estima que más de 80 millones de personas a nivel mundial viven después de un accidente cerebrovascular (ACV) y que, cada año, 15 millones de personas en todo el mundo sufren uno. De ellos, 5 millones mueren y 5 millones quedan permanentemente discapacitados, lo que repercute en la familia y la comunidad.
El dato a considerar es que el 80% de los ACV se puede prevenir mediante un adecuado control de los factores de riesgo: por ejemplo diagnosticando y tratando la hipertensión arterial, evitando el tabaquismo, practicando deporte, manteniendo una alimentación sana, combatiendo el sobrepeso y la obesidad, cuidando los niveles de azúcar en sangre y realizando chequeos médicos periódicos.
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Los especialistas además señalan la necesidad de tratar interdisciplinariamente las secuelas que aparecen tras el primer año del evento, que no sólo comprometen el cuerpo sino también la salud mental y emocional de las personas. De acuerdo con las últimas cifras oficiales, durante 2019 en la Argentina se produjeron 97.264 muertes a causa de enfermedades del sistema circulatorio, entre las que se encuentran patologías isquémicas del corazón, hipertensivas y también cerebrovasculares.
"El ACV es la segunda causa de muerte a nivel mundial, nuestro país no escapa a esa realidad, y también es la primera causa de discapacidad. Cuando se habla de esta patología se cree que es propia de personas mayores, esto no es del todo cierto. Si bien el riesgo de padecerlo aumenta con la edad, y el 80% de los casos se observa en personas mayores de 60 años, existen factores de riesgo relacionados a alteraciones cardiológicas, diabetes, sedentarismo, tabaquismo y alcoholismo, que pueden ocasionar un ACV a temprana edad. Inclusive existen cuadros asociados a diversas patologías que pueden predisponer a la ocurrencia de ACV a temprana edad (alteraciones cardiológicas, hematológicas y malformaciones vasculares). Por esto, es fundamental la prevención de aquellos factores de riesgo evitables", advirtió el Dr. Máximo Zimerman, neurólogo y Director Médico del Centro Cites INECO y médico investigador del Hospital Universitario de Hamburgo, Alemania.
Según refirió el Dr. Zimerman, durante la pandemia se redujeron sistemáticamente las consultas médicas por el miedo de los pacientes al contagio de Coronavirus. Así, muchas consultas neurológicas con sospecha de ACV no se realizaron a tiempo, algo que es fundamental ya que 'cada minuto cuenta' al momento de consultar porque es una urgencia médica y si no actuamos de manera urgente perdemos una posibilidad única de revertir la evolución de esta enfermedad. A su vez, durante el confinamiento se observaron muchos episodios de ansiedad, frustración, depresión o incertidumbre. "El estrés es un factor de riesgo, no es el responsable directo del ACV, pero sí contribuye en la aparición de conductas de riesgo: fumar más, beber más, estar más quieto", explicó.
De acuerdo con lo señalado por el Dr. Zimerman, 8 de cada 10 pacientes van a tener algún tipo de discapacidad luego del primer año de haber ocurrido el ACV. Hay estudios a nivel local que sostienen que el 2% de los argentinos mayores de 40 años convive con secuelas de un ACV que afectan diversos dominios neurológicos. Entre las más comunes se encuentran la debilidad muscular en miembros superiores e inferiores del mismo lado del cuerpo. En algunos casos puede aparecer un aumento del tono muscular (espasticidad), dificultades para hablar y otras alteraciones del lenguaje (afasia), algo que está presente en el 40% de los pacientes aproximadamente. También pueden aparecer alteraciones visuales, campimétricas, es decir, un paciente que tiene dificultad para ver hacia un campo visual determinado. Y, por supuesto, las afecciones cognitivas y conductuales.
Para la Dra. Virginia Pujol Lereis, Subjefa del Centro Integral de Neurología Vascular de Fleni, muchas veces se cree que las secuelas de un ACV implican aspectos puramente físicos, tales como la dificultad motora. No obstante, hay otras dimensiones involucradas. "Tras un ACV puede afectarse nuestra capacidad para comunicarnos, sentir, pensar y actuar. Incluso los pacientes frecuentemente experimentan cambios emocionales y de comportamiento. Por lo tanto, las secuelas no sólo podrán impactar en la manera en la cual 'manejamos' nuestro cuerpo, sino que afectarán nuestras emociones, nuestra capacidad cognitiva, las sensaciones que tenemos sobre lo que nos está pasando, y en la manera de interactuar con nuestro entorno", subrayó.
Se estima que el origen del 88% de los ACV es isquémico, esto significa que hay un vaso que se ocluye, impidiendo el normal flujo sanguíneo. Mientras, en el otro 12% de los casos, la causa es hemorrágica: se rompe una arteria y se produce extravasación de sangre, generando un cuadro severo con importante compromiso del tejido cerebral.
"En aproximadamente un 40% de los pacientes, luego de un ACV isquémico se observa apatía, indiferencia, hipobulia, es decir, esta falta de iniciativa muy marcada, que no está directamente relacionada con una enfermedad psiquiátrica, sino con el compromiso de áreas muy específicas, sobre todo las situadas en el lóbulo frontal, que se vieron afectadas por el ACV. Por otra parte, si bien no es habitual, también puede hallarse dolor crónico, dado que hay distintos factores que pueden ocasionarlo después de un ACV de acuerdo a las estructuras anatómicas involucradas", consignó el Dr. Zimerman.
"Se estima que entre 11 y 55% de los pacientes que sufren un ACV van a presentar dolor crónico que, generalmente, es de origen musculoesquelético como consecuencia de la movilidad alterada. Dicho dolor puede observarse tanto luego de isquemias como de hemorragias", destacó la Dra. María Martha Esnaola y Rojas, Jefa de Neurología del Hospital Dr. César Milstein y una de las referentes de la Sociedad Neurológica Argentina y de la asociación Por una Vida Libre de ACV.
Una de las premisas más importantes en la recuperación del ACV destacadas por el Dr. Zimerman, es que nunca es tarde para realizar rehabilitación luego de este evento, y que la recuperación continúa a lo largo de la vida del paciente. No obstante, cuanto antes se realice la rehabilitación, mejor.)
"Si estamos ante la sospecha de que una persona presenta un ACV, le tenemos que pedir que hable, poder escuchar cómo está hablando, si el paciente presenta un trastorno o no puede expresarse, probablemente esté desarrollando un ACV. También le tenemos que solicitar que levante los dos brazos de manera simétrica y si vemos que uno de los brazos cae por debilidad, también es un signo. Por último, le tenemos que pedir que sonría, para ver la simetría, si hay una zona que está paralizada, probablemente se trate de un ACV; a esto se suman los trastornos visuales, si la persona no puede ver de un ojo, esto también es una señal característica. También puede aparecer un dolor de cabeza infrecuente y de máxima intensidad. Ante estos signos hay que llamar una ambulancia y hacer una consulta en forma urgente, porque cada minuto cuenta", concluyó el Dr. Zimerman.