ENFOQUE Por Prof. Claudio Fernando Lamas
Cada 25 de mayo se conmemora en la República Argentina como el día en que dio comienzo el proceso de Independencia de la Nación.
En realidad, la Junta de Gobierno que se designó en ese día inició una administración independiente de España, aunque juró fidelidad al rey cautivo Fernando VII. En los hechos, todos los gobiernos provisionales que se sucedieron hasta la declaración formal de la independencia el 9 de julio de 1816, lo hicieron en forma autónoma de la Península.
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La elección del día 24 de mayo DE 1810 de una junta de gobierno presidida por el virrey Cisneros pareció satisfactoria a los españoles. Habían salvado la autoridad del virrey.
Muy diferente fue la reacción de los patriotas. Se reunieron a las ocho de la noche en casa de Nicolás Rodríguez Peña desde donde se entabló comunicación con los jefes de patricios y cada uno de ellos reunió a sus amigos, quienes apoyaron la resolución de no reconocer la junta proclamada ese día. La reunión continuó hasta el alba. Antonio Luis Beruti pidió papel y tintero y confeccionó una lista con los nombres que al día siguiente formarían la Primera Junta de Gobierno. La lista fue aceptada y se la hizo circular entre los dispuestos a cooperar para el triunfo.
El 25 de mayo amaneció con una gran agitación del pueblo. Se congregó una multitud en los corredores del Cabildo exigiendo la renuncia del virrey. Ante el tumulto, el Cabildo decidió consultar a los comandantes acerca de si "podían contar con las armas para sostener el gobierno establecido." Contestaron que el pueblo y las tropas estaban en "una terrible fermentación", y que no era posible contenerlo.
En ese momento se oyeron golpes en la puerta y se pronunció el conocido reclamo: "El pueblo quiere saber de qué se trata".
El comandante Martín Rodríguez tuvo que salir a aquietarlos. Aseguró que pedirían la renuncia del virrey.
Una delegación del Cabildo se dirigió al fuerte donde se encontraba Cisneros a pedirle su renuncia, solicitud a la cual accedió. Los patriotas no se conformaron con ello e irrumpieron en el Cabildo con el pedido de designar una nueva junta con los nombres aprobados la noche anterior en casa de Rodríguez Peña: Presidente vocal, o comandante general de armas, al señor don Cornelio de Saavedra, para vocales a los señores doctor Juan José Castelli, licenciado don Manuel Belgrano, don Miguel de Azcuénaga, doctor don Manuel Alberti, don Domingo Matheu, y don Juan de Larrea, y para secretarios a los doctores don Juan José de Paso, y don Mariano Moreno
El síndico, doctor Leiva, salió al balcón y encontró reducido número de vecinos en la plaza, pero rápidamente se congregó el pueblo que se había retirado, exigiendo que el Cabildo cumpliera con la solicitud y que en caso contrario "sufriría la ciudad lo que hasta entonces se había procurado evitar." Salió al balcón el escribano del Cabildo, Justo José Núñez, quien leyó el petitorio presentado con las firmas del pueblo y "si era aquella su voluntad" y una aclamación partió del pueblo manifestando que esa era su voluntad.
Inmediatamente el Cabildo llamó a los nuevos integrantes de la junta para prestar juramento.
Finalizada la ceremonia, Cornelio Saavedra pronunció unas palabras ante el público congregado en la plaza desde el balcón del Cabildo. Luego, el presidente y los demás miembros de la Primera Junta se dirigieron al fuerte, que era la sede del gobierno, ante numeroso público que llenaba la plaza mientras sonaban las campanas de las iglesias y se oían salvas de artillería. En ese momento sobrevino la lluvia.
UN NUEVO ACTOR POLÍTICO
Nos queda una observación para hacer: el 25 de mayo apareció un nuevo actor político en el escenario del Río de la Plata: el pueblo. Este nuevo actor cambia el criterio del antiguo régimen donde el actor político era el vecino, y se convocaba a la parte más "sana del vecindario", que eran una elite de comerciantes, propietarios, militares, funcionarios y eclesiásticos.
Fue el pueblo común el que salió a manifestarse en la plaza a favor de sus líderes, en dos ocasiones, el 21 y el 25 de mayo y de este modo pudo torcer la voluntad de la elite peninsular dominante.
Legajo Nº 1188