La Habana - Las penurias, el malestar social y el deterioro extraordinario de las condiciones de vida que motivaron el estallido del 11 y 12 de julio del año pasado no solo se mantienen, sino que se han agravado en los últimos 12 meses. "La situación está peor que antes", resume uno de los jóvenes que participó en las históricas protestas que sacudieron la isla hace un año, las mayores en 62 años de revolución.
"En aquel momento los apagones apenas comenzaban, hoy son ya de 10 y 12 horas diarias en el interior del país. Las colas siguen siendo insufribles y el desabastecimiento es brutal. La mayor parte de la población no tiene acceso a dólares y en los únicos comercios que se encuentra algo que merezca la pena es en las tiendas de divisas. En la calle el cambio está ya a 1 dólar por 110 pesos cubanos", dice.
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Y continúa con el rosario de calamidades: "Si te enfermas no hay medicinas y la inflación no se sabe adónde va a llegar, el salario ya no le alcanza a nadie. La pensión máxima de jubilación en Cuba son 1.500 pesos mensuales, el salario mínimo 2.100 y un médico gana 5.000; por la libreta de racionamiento cada vez llegan menos productos, y en el mercado negro una libra de arroz cuesta 70 pesos (antes 25), un kilo de leche en polvo, que no se encuentra, está en 1.500. No hay ni azúcar. La gente está al límite".
El muchacho fue detenido el 11-J y liberado días después con una medida cautelar, que le obliga a ir a firmar cada mes en una unidad policial, así que prefiere no dar su identidad.
Ricardo Torres, también economista, ve que "a corto plazo es improbable una mejoría notable de la situación económica". Considera que "el problema de fondo radica en que la severa crisis actual tiene que ver con los problemas estructurales que aquejan a la isla por décadas. Al envejecimiento de la población -más del 20% de los cubanos tienen más de 60 años-, hay que sumar que "a Cuba se le escapan a raudales sus jóvenes, es decir, su futuro. El porvenir del país se ha hipotecado peligrosamente, y esto solo puede desembocar en más inestabilidad política y social".
Este malestar es el mismo que hace un año provocó que decenas de miles de personas salieran a las calles de más de 60 ciudades y pueblos de Cuba a protestar. Muchas de las manifestaciones fueron pacíficas, pero hubo otras donde la represión derivó en hechos violentos y se saldaron con más de mil detenidos y un manifestante muerto por disparos de la policía. Según fuentes oficiales, 790 personas, en su mayoría jóvenes, fueron llevadas a los tribunales (55 de ellas de 16 y 17 años). Más de 600 han sido condenadas a severas penas, en decenas de casos a más de 20 años de cárcel por sedición. "El Gobierno nunca reconoció que se trató de un estallido social, pero es lo que fue. Es falso que la mayoría fueran delincuentes o antisociales", asegura Alina Bárbara López, historiadora y coordinadora del portal La Joven Cuba.
Pero ayer, el primer aniversario de las protestas del 11J se vivió con aparente normalidad y mayor presencia policial en las calles para reprimir cualquier acto de disidentes, activistas y periodistas independientes.