ENFOQUE Por Gustavo Lores (*)
Se puede definir un indicador como una proposición contrastable que permite la medida estadística de un concepto, de una dimensión o de una parte de ésta cuyo análisis pueda orientarse a describir,comparar, explicar, prever o modificar escenarios actuales o futuros. Uno de los primeros indicadores educativos con el que se toma contacto es el "boletín escolar".
A partir de los 6 años los niños son evaluados y sus padres o tutores puestos al tanto de los resultados. La "escala de calificaciones" establece los límites mínimos de aprendizajes que debe alcanzar el alumno para avanzar al siguiente nivel y el grado de dominio adquirido en temas incluidos en los programas. Estos datos son útiles no sólo para los responsables de cada niño sino también,estadísticamente,para las autoridades educativas.
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Para el caso de las Universidades en general y las de Gestión Pública en particular, un sistema de evaluación y monitoreo coherente que observe indicadores relevantes puede proporcionar el acceso a análisis basados en pruebas empíricas sobre la situación actual, sobre las tendencias e información, sobre las fortalezas y debilidades del sistema y sus causas. Los indicadores contribuyen a seguir el progreso de estrategias y programas en el marco de los objetivos de las políticas de estado, si las hubiera. Generan impacto porque permiten hacer análisis objetivos a lo largo del tiempo en una misma institución, entre diferentes lugares o contextos y contrastar resultados particulares con criterios globales o con marcadores de evaluación comparativa. Es evidente que el hecho de construir un conjunto de indicadores por sí solo no implica mejora alguna en la institución. Es la decisión de actuar sobre las causas que producen los indicadores lo que logra ese objetivo.
A más de once siglos de la fundación de la Universidad de Qarawiyyin en Marruecos -la más antigua del Mundo- no se generó una cultura universitaria para la definición de indicadores ni para su uso como herramienta de mejora continua para ofrecer a los estudiantes un acompañamiento ajustado a sus necesidades.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) propuso en 2005 las dimensiones que deberían considerar los grupos de indicadores universitarios: a) características del estudiante, como ser aptitudes, constancia, disposición y tiempo para estudiar, conocimientos previos, barreras para el aprendizaje y variables demográficas; b) contexto, entre otros recursos públicos destinados a la educación, respaldo social, políticas económicas y de desarrollo del estado, demanda del mercado de trabajo, factores socioculturales y cuestiones religiosas; c) características de la institución, incluyendo infraestructura para enseñanza y aprendizaje, nivel de preparación y dedicación del personal administrativo y de apoyo, formación disciplinar y docente de la planta académica, transparencia en la gestión; d) metodología de aprendizaje, que involucra tiempo de aprendizaje, métodos pedagógicos, evaluación, fluidez de contacto de docentes con alumnos y e) resultados, que comprenden competencias personales adquiridas por los graduados para desarrollar una carrera profesional y la excelencia en la respectiva disciplina.
La construcción de indicadores válidos, confiables y pertinentes es una tarea imprescindible para mejorar la eficiencia, transparencia y calidad de la gestión de las universidades de gestión pública. Corresponde al estado, organismo financiador, exigirla. Por el momento, esta actividad se está realizando a partir de información incompleta, no siempre estandarizable y muchas veces sujeta a manipulación por parte de los actores afectados. A pesar de ello, proporcionar una visión sintética sobre el estado de las distintas dimensiones del sistema educativo, puede promover el debate y la investigación sobre los principales problemas que se detectan en el sistema universitario y, desde este punto de vista, no deja de ser positivo.
Hasta el momento la mayoría de las facultades, escuelas e institutos de las universidades argentinas de gestión pública utilizan la escasa información que generan para administrar su realidad, muchas no tienen en cuenta ningún tipo de indicador y una minoría excepcional genera y utiliza información sensible para diseñar planes estratégicos a fin de alcanzar sus objetivos de corto y mediano plazo.
Si se tiene en cuenta que el estado invierte alrededor del 3% del presupuesto nacional en el sostenimiento de las universidades de gestión pública parecería razonable que éstas se conduzcan dentro de marcos de referencia de equidad, inclusión, calidad, transparencia, eficacia y eficiencia.
Del presupuesto 2020 -último discutido antes de la pandemia de coronavirus- se destinaron más de 3.200 millones de dólares en el sostenimiento de las universidades nacionales de gestión pública. Estos datos se encuentran en https://www.economia.gob.ar/onp/presupuestos/2020. No se incluyen en esta cifra lo destinado a hospitales universitarios -fijados por Ley- y a "programas especiales" asignados arbitrariamente a universidades elegidas. Considerando que el presupuesto nacional para ese año fue de 104.700 millones de dólares, se pone en evidencia el relevante impacto que tiene para la sociedad argentina mantener una universidad sin aranceles, sin restricciones de ingreso y sin control del uso de los recursos asignados.
Transparentar la gestión universitaria a través de la elaboración, seguimiento y difusión de un conjunto de indicadores podría ser un aporte no sólo al mantenimiento del prestigio y la legitimación del rol de la universidad pública en la sociedad sino también ofrecería a los aspirantes a cursar estudios superiores un elemento adicional para decidir donde estudiar.
(*) ExDecano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Jujuy