ENFOQUE Por Gustavo Lores *
El escenario previsto de un breve cierre por dos semanas de las actividades de educación superior al momento de la declaración de la pandemia de COVID-19 se transformó en un complejo proceso de constante adaptación y transformación.
El Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC) dependiente de la de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) publicó el libro "¿Reanudación o reforma?. Seguimiento del impacto global de la pandemia de COVID-19 en la educación superior tras dos años de disrupción". Se basa en las respuestas de 100 instituciones latinoamericanas encuestadas.
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Se señala en primer lugar que el impacto de la pandemia fue "diverso, profundo y varió tanto de una institución a otra como de un país a otro". Las buenas prácticas de gestión se caracterizaron por su flexibilidad, comunicación sólida, creación de equipos especializados en gestión de crisis y digitalización de los procesos, incluyendo la posibilidad de que el personal de oficina trabajara a distancia. La capacidad de liderazgo fue clave para ponerlas en práctica.
El adecuado manejo de los servicios de TI conformó la columna vertebral de la enseñanza y el aprendizaje en línea durante el cierre de las instituciones y fue el soporte para el resto de las actividades posibles de llevar adelante. Inesperadamente se encontró escasa información sobre "cómo los administradores de TI de las universidades gestionaron su trabajo durante la pandemia".En el desarrollo curricular de los planes de estudio y los programas de las asignaturas, la IESALC considera que el tiempo estándar para planificar, preparar y desarrollar un curso universitario en línea es de entre seis y nueve meses. Debido al coronavirus, esto tuvo que hacerse, en la mayoría de los casos, de la noche a la mañana. Una parte de los docentes y de las universidades no estaban preparados para enseñar en línea y carecían de los conocimientos, competencias y recursos necesarios para hacerlo con éxito.
No obstante, el cambio rápido y casi universal de la modalidad presencial a la remota fue, en general, sorprendente. Las conclusiones del estudio señalan que "la escala y la velocidad de la transición repentina a los espacios virtuales repercutieron en la calidad de la enseñanza". Los limitantes principales fueron la brecha de infraestructura y la falta de experiencia en el aprendizaje virtual. Esto dejó como resultado "una lenta adaptación a las herramientas en línea, descubrió dificultades para la preparación del material de clase y escasa participación de los alumnos". En abril de 2020, alrededor del 67 % de las universidades habían pasado a la enseñanza en línea, alrededor de una cuarta parte suspendieron las clases mientras buscaban soluciones y el restante 7 % cancelaron completamente sus procesos de enseñanza.
Sobre esto último, el estudio de la UNESCO señala que «si no se proporciona una capacitación adecuada, este escenario de enseñanza a distancia de emergencia podría abrumar a los profesores y conducir a resultados de aprendizaje deficientes y a la frustración del profesorado». Un aspecto para destacar en este sentido y en el caso de la Argentina, es que la mayor parte del cuerpo académico de las universidades nacionales estaba, al momento del inicio de la pandemia, formado para el uso básico de entornos virtuales de enseñanza. Los desafíos generados por la pandemia y sus efectos duraderos en la administración, la gestión institucional, la enseñanza y el aprendizaje, la investigación y la internacionalización están lejos de superarse. Hay dos elementos clave que ya son evidentes. En primer lugar, el rápido retorno a la enseñanza presencial y la estabilización de los patrones de matriculación sugieren que los cambios introducidos en 2020, 2021 y 2022 no conducirán a una transformación fundamental en la comprensión de la educación superior como una actividad esencialmente presencial. En segundo lugar, la reanudación de los viajes relacionados con el mundo académico también apunta al retorno de las prácticas previas a la pandemia, al menos en lo que respecta a los aspectos de movilidad académica de la internacionalización de la educación superior.
A más de tres años de que surgió la pandemia de COVID-19, su impacto sigue permeando en todo el mundo. La UNESCO sugiere que las universidades continúen con prácticas de digitalización a largo plazo para evitar que la educación retorne a las modalidades previas a la pandemia y aprender de esta situación para reformarse y no sólo reanudarse.
En mi opinión, el informe de la UNESCO proporciona una orientación general que establece, por un lado, que las experiencias desarrolladas durante la pandemia se capitalizaron sólo parcialmente y, por otro, que el análisis de su impacto varía sensiblemente entre países, universidades, facultades, carreras y materias. En general, para las universidades no hubo consignas institucionales claras y activas en los diferentes niveles de responsabilidad para afrontar la crisis sanitaria ni para continuar con el "cambio de paradigma educativo" que se menciona en los discursos.
La respuesta de cada comunidad universitaria durante el cierre total de las facultades y universidades y el posterior retorno gradual a la presencialidad debería ser rápidamente evaluada con criterios científicos. Por ejemplo, los alumnos de los últimos años de las carreras, junto con los respectivos docentes, realizaron experiencias virtuales con resultados que superaron a los indicadores académicos presenciales.
En las materias de primer año los efectos no fueron positivos, mientras que en las asignaturas de segundo y tercer año la calidad de la enseñanza y los niveles de aprendizaje fueron comparables con el contexto presencial.
Éste, junto a otros temas que abarcan la investigación, la extensión, la administración y la gestión de las instituciones podrían ser analizados para que, como corresponde, las universidades tengan una visión y una acción acorde a las expectativas que de ellas tiene la sociedad.
(*) ExDecano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Jujuy