ENFOQUE Por Gustavo Lores (*)
Cada 6 de junio se celebra el Día de la Ingeniería y cada 16 de junio el Día del Ingeniero. Se conmemoran dos hitos vinculados con la profesión: el 16 de junio de 1865 se creó la primera Facultad de Ingeniería y se inició el dictado de esta carrera en la Universidad de Buenos Aires (UBA); Luis Augusto Huergo, primer graduado, recibió su diploma el 6 de junio de 1870.
Es una profesión en la que el conocimiento, la experiencia y la práctica se deberían emplear para modificar o crear materiales, transformar el ambiente, diseñar, planificar y dirigir procesos productivos, poner en valor recursos naturales, encontrar soluciones concretas para los problemas que la sociedad decide resolver y para enfrentar los desafíos que hagan de los avances de la investigación, la ciencia y la tecnología una realidad concreta en beneficio del bien común y la calidad de vida de los ciudadanos.
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En gobiernos democráticos, son los habitantes de los países quienes deciden su futuro. La ciudadanía puede, a través de sus representantes, prescindir del desarrollo industrial, de la ciencia y de la ingeniería para aferrarse a modelos de producción primarios que garantizan subsistencia sin déficit fiscal, con distribución inequitativa de la escasa riqueza genuina generada, con altos índices de desempleo. También puede apostar al crecimiento productivo, generar valor agregado en los recursos disponibles, promover innovaciones de impacto de manera de mejorar los indicadores de ocupación laboral con la consecuente disminución de la pobreza.
Argentina es, en este sentido, una sociedad pendular que oscila entre ambos modelos con efectos trágicos para sus habitantes. Sus líderes políticos, desde 1853 a la fecha, no lograron los consensos de convivencia mínimos imprescindibles para llevar adelante una política de estado sostenida en materia de desarrollo productivo.
El destino de la Ingeniería, de sus estudiantes, de sus graduados y de las instituciones que los forman queda así sujeto a los vaivenes ideológicos que atraviesan la conducción del Poder Ejecutivo Nacional. A modo de muestra, formar estudiantes en Ingeniería Nuclear o en Telecomunicaciones desde universidades de gestión estatal mientras simultáneamente el propio estado clausura los proyectos de desarrollo de generación de energía atómica y de fabricación de satélites es, como mínimo, contradictorio.
Del trabajo publicado por Matías Kulfas en 2021: "El desarrollo industrial argentino en perspectiva histórica" se extraen aspectos muy interesantes con relación a la volatilidad de los argentinos en la materia. En 2016 el País alcanzó un desarrollo industrial que lo ubicó en el puesto 26 entre las economías de mayor producción industrial del mundo y 45 en términos per cápita. Sobre 217 países, los 30 primeros concentraban el 90% de la producción industrial y la Argentina estaba entre ellos. Esta situación se alcanzó luego de transitar, lo que a grandes rasgos se puede sintetizar -con algunas generalizaciones- en cinco grandes etapas de industrialización:
a) El período asociado a la fase exportadora de productos primarios (1875-1929), durante el cual el crecimiento del sector agropecuario asociado a Gran Bretaña y la expansión del mercado interno por efecto de las corrientes inmigratorias promovieron el incremento de las producciones manufactureras fuertemente asociadas a la producción de alimentos y actividades vinculadas con el agro y los servicios urbanos.
b) El período de industrialización sustitutiva de importaciones (1930-1947), provocado por el estallido de la crisis económica mundial de 1930 que redujo las exportaciones e inversiones externas. Los gobiernos conservadores se vieron obligados, pese a sus principios políticos en contrario, a implementar medidas proteccionistas que contribuyeronal crecimiento de la base industrial y a la transformación de la estructura social.
c) El período de industrialización dirigido por el Estado (1948-1974), durante el cual el Estado asumió un papel relevante en el direccionamiento del proceso de desarrollo manufacturero, con el inicio de proyectos industriales estatales vinculados con la siderurgia, la petroquímica, el aluminio, la energía atómica y con la atracción de inversiones extranjeras en producciones durables de alto valor agregado, como la de automóviles.
d) El período de reestructuración sectorial con desindustrialización (1975-2001), que se caracterizó por políticas de abrupta apertura comercial y financiera introducidas particularmente entre 1976 y 1981, que condujeron al cierre de cerca del 14% de los establecimientos industriales y la caída del empleo durante 27 trimestres consecutivos.
A partir de 1991 se consolidó este modelo asociado a la explotación de recursos naturales y la exportación de productos no industrializados en las ramas de la minería, la siderurgia, el aluminio y la petroquímica que se sumaron al tradicional comercio exterior de exportación de carnes y granos sin agregado de valor.
En el año 2000, la industria tuvo un nivel de producción similar al de 1974, aunque sensiblemente menor en términos por habitante. El endeudamiento externo crónico de la Argentina es consecuencia, básicamente, de no haber generado recursos genuinos a partir del desarrollo industrial durante los últimos 25 años del siglo XX, aún disponiendo de las capacidades necesarias para hacerlo desde el punto de vista del potencial humano formado en las diferentes ramas de la Ingeniería
e) Entre los años 2003 y 2011 el sector industrial retomó el crecimiento basado, primero, en una política macroeconómica heterodoxa, que sostuvo un tipo de cambio real en términos muy competitivos hasta el año 2008, sumado a la combinación entre un fuerte impulso fiscal que estimuló al mercado interno y la ejecución decidida de una política industrial, comercial y tecnológica que apuntó al desarrollo soberano. Entre 2005 y 2014 el Estado apoyó contundentemente la formación de ingenieros a través de financiamiento específico para la creación de carreras vinculadas con el petróleo, el transporte, la industria, el desarrollo de software y las telecomunicaciones, entre otras y estímulos económicos a los estudiantes en función de sus rendimientos académicos. Ello permitió un crecimiento muy intenso que logró recuperar, en 2011, el mismo nivel de producto industrial por habitante de 1974, es decir, el pico del proceso de industrialización argentino.
La situación contemporánea es conocida. Entre 2016 y 2023 la conducción política del país perdió el rumbo en materia de desarrollo industrial, se concentró en la disputa por el poder generando superestructuras partidarias financiadas por el Estado. El sector privado quedó a la expectativa ante la ausencia de referentes confiables, se paralizaron las inversiones y se desplomó el porcentaje de empleo privado genuino frente al informal o al estatal. Todo ello como consecuencia de la inexistencia de bases estructurales de un modelo industrial.
Ante esta situación de incertidumbre, en noviembre de 2023 el 56% de la sociedad decidió retomar el modelo político de desarrollo basado en la producción primaria agroexportadora de 1880 que propone el actual Presidente de la Nación. A diferencia de lo que ocurría en el siglo XIX, en la actualidad los recursos naturales que se pueden vender a los países industrializados van más allá de los granos y la carne. Litio, minerales, agua, enormes extensiones de tierra forestada, superficies disponibles con acceso a refrigeración natural para instalar los enormes servidores necesarios para que las megaempresas de software avancen en el desarrollo de la inteligencia artificial se agregan a la subasta y pueden ser comercializados sin necesidad de esfuerzo alguno, prescindiendo de la Ingeniería. Sólo se requiere para ello un equipo de mercaderes que formulen los contratos, realicen las cobranzas y generen los pagos correspondientes al Fondo Monetario Internacional para saldar la deuda que se contrajo en 2018 y otro de comunicadores instalados en los medios de difusión, para entretener a los votantes y mantener encendida la luz al final del túnel.
Tal vez sería conveniente reflexionar sobre el impacto a futuro de esta decisión política, de la ausencia de palabras como Industria, Producción o Desarrollo en el actual Plan de Gobierno.
En Jujuy hay ejemplos de industrias extractivas que cumplieron su ciertamente prolongado ciclo productivo rentable. Entre ellos, la Compañía Minera el Aguilar y el Establecimiento Siderúrgico Altos Hornos Zapla, que en la actualidad mantienen su funcionamiento con una producción mínima. Todo parecería indicar que las visiones de Argentina convertida en Irlanda dentro de 35 años o en Alemania en 50 como consecuencia virtuosa de aplicar el modelo económico anarcocapitalista en el que la Ingeniería sólo participa ejecutando tecnología y ciencia generadas en el exterior es una fantasía y que, en realidad, el proceso de desindustrialización nos llevará más bien a acercar la fisonomía de todos los rincones del país, excepto el microcentro porteño y Puerto Madero, a la situación presente del Pueblo de El Aguilar o de la Ciudad de Palpalá.
(*) Ex Decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Jujuy